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Requiem por un amigo de la Economía Solidaria

Adolfo Antonio Dittrich Nevárez, el Ingeniero, como le decíamos las y los integrantes del programa gubernamental en Chihuahua “Redes de Economía Popular Solidaria”. Hace unos días, ocho para ser exactos al momento de escribir este blog, partió a su viaje para trascender, para evolucionar en la Luz Eterna.


Hombre de amplia cultura, sencillo y de trato amable, un caballero que gustaba de la buena lectura y las largas conversaciones donde el tiempo simplemente se detenía para escuchar sus anécdotas y aventuras. Igual podías hablar con él de pesca, de box, del tiro con arco o de los enredijos políticos del momento y de momentos atrás. Las recetas cotidianas alrededor de la mesa de su familia, con experimentos de dulces mexicanos, no siempre bien logrados, pero sí, siempre bien compartidos.

Seguramente no siempre fue agradable y tampoco lo sería para todos, tal y como nos sucede a cada quien en la vida, pero ciertamente fue un amigo entrañable de la Economía Solidaria.


Tuvo el contacto con ella como Director de Desarrollo Social y Humano del gobierno del estado de Chihuahua, programa del que estuvo a cargo durante seis años y me atrevo a asegurar, sin temor a equivocarme que fue su Programa preferido, orientado especialmente a las mujeres de escasos recursos en el sexenio 2010-2016.


Lo presentó ante diferentes medios de comunicación y su entusiasmo contagiaba no sólo a la reportera o reportero, sino a la audiencia. Esta convicción nació de ver cómo las mujeres, niños y niñas de las colonias abrazaban la Economía Solidaria con un gran entusiasmo y esperanza, donde el ingreso posible pasaba a segundo término para poner el amor, la bondad y la colaboración en primer lugar.

Con limitados recursos financieros, pero desbordante de solidaridad este Programa dio alegría y belleza a muchos hogares chihuahuenses. El Inge Dittrich estuvo presente en múltiples eventos como las Ferias de Productos Solidarios, las Tomas de Protesta de las Mesas Directivas, el desear buen viaje a las señoras al partir a las Ferias Nacionales, etc.


Fue un funcionario de presencia discreta y apoyo firme. Él decía que quienes se sumaban a la economía solidaria, no llevaban el logotipo de ésta en un papel o en una camisa, sino que se la tatuaban en el corazón.


Tuve la fortuna de ver el brillo de alegría en sus ojos cuando gané los premios municipal, estatal y nacional a la juventud por ser un emprendedor desde niño en el modelo de la solidaridad y la colaboración. A Isis Rodríguez, emprendedora de nueve años de edad, la alentaba a no dejar su negocio de venta de manzanas envueltas en tamarindo.

Estoy seguro que la persona a quien más admiró dentro de este Programa fue a Araceli Meraz Jáuregui, quien falleciera víctima del cáncer tres años atrás. Mujer muy humilde, que habiendo llegado de Monterrey con ninguna posesión y tres hijos con ella, supo encontrar en la Economía Solidaria no sólo una forma de sustento, sino la motivación de su vida. Cuando hablaba de Araceli, su mirada se llenaba de luz.


Entendió de fondo y hasta la raíz este programa gubernamental, lo abrazó como causa propia y supo que tarde que temprano trascenderá este modelo económico basado en la bondad, la alegría y las ansias de belleza para el bien vivir.


Cuenta su hija Érika que al inicio de esa Administración él pidió estar en un puesto que le permitiera ayudar al mayor número de personas de escasos recursos. Ingeniero Adolfo Antonio Dittrich Nevárez, usted cumplió a cabalidad la encomienda y compromiso. Abrazamos a su esposa Catalina y sus hijos Érika y Ever.


La Economía Solidaria le presenta su reconocimiento como un impulsor de ella. Señor, lo extrañamos ya.

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